13 veces en las que hubiera preferido no tener ansiedad.

Que me nacieron así y así acabaré mis días no es ningún secreto y muchos meses de psicólogo (Sergio, te adoro) consiguieron que pasara de pensar «que alguien me cure esto» a reírme de mí misma. Aún recuerdo el primer día que entré en su consulta y me dijo que si lo que pretendía yendo allí era que «alguien me quitase eso que tenía encima y que me curase» ya podía volverme por donde había venido.

Sergio me ayudó a entenderme, a tener respuesta (o al menos una aproximada) a muchísimos de mis por qués, y sobretodo a gestionar mi ansiedad. A saber que está y que, sí, se la espera. A anticiparme y a sobreponerme cuando me encontraba con ella.

«No se va a curar, no va a desaparecer, pero un día te encontrarás riéndote de ti misma, gestionándola y viendo que forma parte de ti.»

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Aún así hay muchos días y muchas noches que desearía no ser así. Momentos concretos, y a veces meses enteros, en los que piensas: «¿y por qué yo?, ¿por qué no puedo ser normal y que las cosas me la bufen?».  Ver esos momentos con distancia y analizarlos ayuda a coger a la ansiedad, sentarla en una silla delante de ti y decirle a la cara: «¿y ahora qué?, dime, ¿qué quieres de mí?»; y es la única manera (para mí) de controlarlos, de que la ansiedad se haga pequeñita, de no sudar, no ponerte roja, que no te tiemble el pulso y de no salir de allí corriendo.

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Y estos son algunos de esos momentos:

  • Cuando en el súper tienes que guardar el cambio en la cartera y la compra en las bolsas y hay gente esperando y terminas diciéndole «adiós, un beso» a la cajera.
  • Cuando entras en el bucle: ¿pero y si pasa? ya, pero no. ¿pero y si sí? ya, pero no puede pasar, ¿pero y si…? Y ASÍ.
  • Cuando sabes racionalmente que te estás preocupando por algo estúpido, y lo ves, y lo sabes, pero te sigues preocupando.
  • Cuando llegas pronto a una cita (SIEMPRE) y dudas de si llegará, de si habías quedado hoy, de si ese es el lugar y la hora, o de si se te ha parado el reloj y lo compruebas con los termómetros de la calle pero a la vez piensas que esos siempre suelen ir mal, o de si quizá le han cambiado el nombre a esa calle justo esa misma mañana y por eso tu cita nunca-jamás llegará.
  • Cuando alguien casualmente te mira e inmediatamente después haces el proceso del auto-checkeo: bragueta: cerrada, check, moco en la nariz, check, está limpia, mancha en la camisa: nada, chicle en el pelo, olor de axilas, mancha de rimmel corrido…. y solo te queda una opción: le caes mal.
  • Cuando te prometes que hoy será un gran día y que no tendrás ansiedad y de repente, a las 08:17 de la mañana te viene a la cabeza, estando en el metro, aquella respuesta rara que diste en aquella entrevista de trabajo en junio del 2011 y piensas: ¿por qué tienes que ser así, Berta?
  • Cuando tienes un plan y tu ansiedad te dice «¡voy contigo!» y le dices que no, pero ella responde enumerando tooooodo lo malo que puede pasar si vas. Entonces te quedas en casa con ella, con tu ansiedad, y llega su amiga la depresión y dice: «¡genial! ya estamos todos. Vamos a repasar todo lo malo que hiciste durante el curso 2004-2005.»
  • Cuando estás en la cola del Starbucks y esperas que te llamen por tu nombre, pero no lo hacen y en su lugar te lo dan en mano mientras te dicen «gracias» a lo que tú contestas «yo.»
  • Cuando estás en el Burger/McDonalds/cualquier servicio de comida rápida y has practicado en la cola 6 veces lo que quieres y cómo tienes que pedirlo pero llegas a la caja y lo dices todo mal y únicamente consigues que el dependiente te haga muchas preguntas y muy difíciles y dicotómicas todas.
  • Cuando, por una vez en la vida, consigues llegar a la caja de ese McDonalds y pedir exactamente lo que querías pedir pero te dicen: «no, de eso no nos queda» y te toca hacer lo que más odias en este mundo: IMPROVISAR.

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  • Cuando haces planes a dos semanas vista, con toda la ilusión del mundo, y llega el día en cuestión y cancelas esa misma tarde porque el sofá de tu casa siempre es una mejor opión. Una vez pasado te tiras una tarde entera viendo fotos del evento y sin entender por qué no fuiste.
  • Cuando alguien te dice algo pero su tono de voz no concuerda demasiado con sus palabras y te pasas la siguiente media hora analizando qué quería decir realmente y qué significado tenía. Por supuesto si lo que te dice es sobre ti el significado será 100 veces peor.
  • Cuando tienes que hacer algo mientras alguien te mira. Aunque lo hayas hecho mil veces. Te va a salir mal, y eso es así.

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Siempre he creído que tengo todo el derecho del mundo a sentirme como me siento en determinados momentos, y que una emoción es como un berrinche de un niño en un supermercado porque quiere golosinas. Si no le haces caso seguirá llorando, gritando y berreando dejándote en evidencia y haciéndote sentir mal. Es únicamente cuando le miras seriamente y le explicas que le escuchas y le entiendes pero que «eso aquí y ahora no», que puede calmarse y dejarte terminar de hacer la compra en paz. A ese niño no te lo vas a quitar de encima, nunca, in-your-fucking-life, pero tú decides cuando un berrinche no tiene lugar.

Un comentario en “13 veces en las que hubiera preferido no tener ansiedad.

  1. Vanessa dijo:

    Te leo en silencio… Un placer por cierto por la transparecia, la honestidad y la verdad tan grande que hay detrás de todo lo que escribes y por cómo lo expresas… de forma directa y sin tratar de encubrir el sufrimiento y la impotencia cuando el monstruo se despierta y hace de las suyas, ni de fingir que las cosas cambiarán con una pastilla mágica que acaba de recomendarte el psiquiatra, con una terapia fabulosa del psicólogo de turno, o con esos consejos frustrantes y ajenos a nuestra realidad que con la mejor de las intenciones nos dan nuestros seres queridos para intentar ayudarnos. Y a pesar de todo, hay que seguir, avanzar, luchar y superarse… caerse y volverse a levantar una y otra vez… conviviendo con él día y noche, porque a fin de cuentas forma parte de mi… y cuesta entender que él soy yo y que yo soy él, no hay víctimas ni culpables, es tan solo algo con lo que he nacido y que me acompañará toda mi vida con menor o mayor intensidad, aunque también uno va aprendiendo a conocer cada vez mejor sus argucias y sus armas y, en consecuencia, a poder manejarlo y gestionarlo mejor cuando ataca. Y si, se puede ser “normal”, o al menos no considerarse uno un bicho raro e inadaptado. Todo pasa por conocerse a uno mismo (lleva su tiempo) y no autoengañarse con falsas creencias o percepciones distorsionadas de la realidad, ni caer en el pesimismo de esto es para siempre… ufffffff…. apaga y vámonos, tiro la toalla!. El pensamiento condiciona nuestros sentimientos y nuestras emociones, y nuestras acciones son fruto de todo ello, así que pensamientos positivos y plan de acción si, siempre, y pase lo que pase! Aunque un día uno esté de bajón, creo que la clave es la actividad y el no pararse, y abandonos de actividades y fracasos e intentos fallidos miles, pero da igual, seguir haciendo aunque sea en automático hasta que el pensamiento/monstruo pierda su intensidad y su negatividad y nos permita volver a respirar tranquilos y a gusto. Nos afecta, nos condiciona y nos limita… ok, pero cada vez menos… hasta que llega un punto en que nos olvidamos de él porque pierde fuerza y nosotros la vamos ganando, al menos hasta la próxima batalla!. No sé, tal vez me equivoque, no soy ninguna experta en la materia ni pretendo dar consejos a nadie porque ni a mi misma me funcionan a veces, tan solo intento decirte que puedo sentir lo que describes y cómo lo vives, porque somos más los que lo sentimos y lo vivimos igual que tú. Nada más… Fuerza, coraje, y a seguir luchando!

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