Antes de lanzarme a escribir, dejad que os resuma mi situación actual: vivo con mi novio, quien trabaja en las carreras de motos de competición por lo que se pasa viajando gran parte de los fines de semana, a la vez compartimos piso con otra pareja (ellos comparten también profesión) de la que no somos grandes amigos – no sé si me entendéis, guiño, codazo – y vivo en una ciudad enorme, que no es la mía, que todavía es una desconocida para mí en la que solo conozco a gente de su círculo o de mi trabajo.
Dicho esto y habiendo sentado las bases para que podáis entender mi vida social podréis ver que paso muchos fines de semana sola, Cosa que me encanta, no os voy a engañar, una de las cosas que mas aprecio es mi tiempo y no compartirlo (siento si suena egoísta) pero ¿me estoy volviendo una antisocial? y si lo estoy haciendo, ¿qué tiene de malo si es lo que me pide el cuerpo? Pero luego, cuando quiero hacer algo ¿a quién llamar? Y si llamo, ¿quiero su compañía o es únicamente por no ir sola? ¿y no voy sola porque no quiero o porque no quiero que me señalen y digan: «mira a esa, va sola»?
O sea: ¿utilizo normalmente a la gente para no ser señalada en los planes que no me quiero perder pero en el fondo preferiría ir sola y no sentirme rara? PUES SÍ.
Ahora bien, este viernes lo conseguí, fui a una manifestación SOLA.
Los primeros veinte minutos fueron horribles, sentía que era la única sin entablar conversación con otra persona, menos mal que luego los cánticos ayudaron y ya me sentí «parte» (qué maravilloso formar parte, qué gran necesidad en esta nuestra sociedad de hoy en día, tribus urbanas, géneros musicales, profesiones: o eres de ellos o de aquellos, ¿y tú qué eres?)
Y el sábado, ¡ay! el sábado. Estuve en un concierto porque un conocido me animó a ir (¿se notará mucho que busco planes?) y una vez allí ¿qué hago? ¿me miran? ¿por qué todos son amigos de todos y parecen una gran familia?, menos mal que hay cerveza y beber es lo único aceptado que prevalece a hablar: mientras tenga un tercio en la boca nadie me dirigirá la palabra, por suerte.
A mitad me fui de allí, empecé a pensar en mi cuarto, mi cama, Netflix y las pocas noches que tengo para mí (vaya por delante que adoro a mi novio y me fascina compartir mi vida con él), y creo que fue lo mejor que pude hacer.
Resultado: He conseguido salir de casa sola, hacer planes sin necesitar a otras personas, decidir cuando llego y cuando me voy y sin darme cuenta ya vuelve a ser prácticamente lunes y tengo por delante 5 días perfectamente planeados en los que no se deja nada a la improvisación.